Cuando dos personas tan especiales como Lorena y Josemi dan un paso como el de casarse, provoca que eso de la ilusión y los nervios porque llegue el día no sea solo cosa de los novios y sus familias. El 25 de noviembre empezó muy temprano, cuando casi no había salido el sol. Había que prepararse para un sábado que prometía y que cumplió con todas las expectativas.
Al primero que le costó contener la emoción fue al novio. En la puerta De la Iglesia abrazaba fuerte a sus amigos reconociendo que le costaba contener las lágrimas. La emoción de Lorena se veía en su sonrisa, siempre amplia, pero ese día, aún con más luz.
Más de un invitado comentaba en el cóctel que iba a ser un día especial, diferente, porque cuando dos personas reúnen a tanta gente joven, quiere decir muchas cosas.
La Espartera puso uno de los toques originales... Su voz y el baile del padre de la novia, que se metió al público en el bolsillo en la primera canción, marcaron otro de los momentos especiales del día.
El menú, entre sorpresas y regalos no decepcionó y después... llegó el baile.
Lorena, siempre original, se bajo de los tacones y se convirtió en una novia de corto gracias a las hábiles manos de su madre, la segunda diseñadora de la boda.
Bailamos, nos emocionamos con los fuegos artificiales, retratamos risas en el photocall, comimos palomitas y gominolas de la original mesa dulce y, sobre todo, disfrutamos al ver que Lorena y Josemi eran felices por entrar en una nueva etapa de sus vidas acompañados, como a ellos les gusta decir, de “su gente”.
Laura Madrid.