Antonio taza

Fotógrafo de bodas en Cartagena

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   ¡Hola! Os preguntaréis por qué comienzo un "Sobre mi" con una fotografía de mis padres, dos abuelos bailando en lugar de poner una pareja de jóvenes guapísimos con un paisaje espectacular. Tiene una fácil explicación.

  Siempre he dudado acerca de como presentarme ante vosotros y como mostraros lo que siento ayudando a las parejas a conservar sus recuerdos e intentando que puedan sentir el valor real que tiene esa palabra, "Recuerdo"

  Hace poco tiempo sucedió algo en mi vida que despejó todas esas dudas, y me ha dado fuerzas para contaros mi historia;

  Mi padre decía que la fotografía era el arte de capturar la luz y el tiempo. Él era un aficionado apasionado que revelaba sus propias fotografías en blanco y negro con uno de sus mejores amigos en un laboratorio casero. Yo de pequeño los observaba con curiosidad, pero no sentía su mismo entusiasmo. Prefería la informática y los comics. La fotografía me parecía algo antiguo y aburrido. 

   Todo cambió cuando llegó la era digital, de repente la fotografía se volvió más divertida. Empecé a experimentar con una cámara compacta. Descubrí el mundo de la edición, que era el revelado que él hacía pero adaptado a lo que a mí me gustaba y me di cuenta que la fotografía era mucho más que capturar la luz. 

   Al principio, fotografiaba cualquier cosa que me llamara la atención: una piedra, hielo, una pieza de ajedrez. Buscaba la forma, el contraste, el significado. Luego, me interesé por las personas, por sus expresiones, sus gestos, sus miradas haciendo así mis primeros trabajos en el mundo de la moda, donde aprendí a jugar con la pose, el vestuario, etc. Pero me di cuenta que eso tampoco me terminaba de llenar. Me faltaba algo que fuera auténtico, que fuera real. 

  Así fue como llegué al mundo de las bodas. Me pareció encontrar lo que buscaba: sentimientos puros, intensos, sinceros. Sentimientos de amor, de alegría, de ilusión reflejadas en las miradas, en los abrazos y besos que yo podía capturar con mi cámara y hacerlos perdurar para siempre. 

  Pensaba que esa era la razón por la que me gustaba tanto la fotografía de bodas. Porque me permitía ser testigo y cómplice de la felicidad de los demás. Pero no fue hasta que viví una experiencia personal que me di cuenta del verdadero valor de la fotografía. El valor de conservar los recuerdos. 

  Unos años después, mis padres celebraban sus bodas de oro, y quise hacerles un regalo especial. Les propuse hacerles un reportaje fotográfico, como si fuesen una de mis parejas de novios. A ellos les encantó la idea, y se prestaron a posar para mí con la misma ilusión que el día de su boda. 

  Fue un día muy bonito, lleno de risas, de anécdotas, de ternura. Les entregué las fotos, y les vi emocionarse al verlas. Sentí como, estaban orgullosos de mí, y de mi trabajo. Él, que me había iniciado en la fotografía, con una mirada me hizo saber que había captado la esencia de su amor. No solo el que se tenían entre ellos, sino el que compartían también con sus hijos, nietos y el resto de la familia. 

  Poco después, la vida nos dio un golpe muy duro. Mi padre falleció víctima de la pandemia. Fue un momento muy difícil, de mucho dolor ya tristeza. No podía creer que se hubiera ido tan pronto, de repente. Me refugié en las fotos que les había hecho, y que él había disfrutado tanto. Entonces sentí algo que nunca había sentido antes. Sentí que esas fotos eran un tesoro, un regalo, una bendición. Sentí que esas fotos harían que estuviera siempre conmigo, de recordarlo como era, la mejor forma de honrar su memoria. 

  Ese fue el momento en el que me di cuenta del valor real que tienen las fotografías. El valor de poder conservar los recuerdos. Y aprendí que ser fotógrafo de bodas era más que una profesión. Porque me hace feliz el ayudar a las parejas a que su felicidad perdure. Porque puedo no solo intentar crear arte con la luz, sino que también en cierta medida me permite formar parte de la historia de amor de cada pareja y sus familias. En definitiva, me permite ser un contador de historias que merecen la pena ser contadas y recordadas por siempre como el mayor de los tesoros.


Fotógrafo de bodas en Cartagena